jueves, 26 de junio de 2008

El Salto del Ángel ¿El Salto de Jimmy?


Era la segunda vez que intentaba aterrizar. Una mirada fugaz de soslayo a su acompañante le hizo comprender que no tendrían otra oportunidad. Así que tensó los músculos, apretó los puños sobre los mandos y se dispuso a tomar tierra, si es que a aquel lugar pantanoso se le podía llamar tierra, porque más bien era tomar agua, mucha agua. El golpe casi lo despide de su asiento y por un momento perdió el sentido de la orientación, de las cosas, de su vida…
Hacía mucho tiempo que había decidido no llevar una vida monótona. La atracción que ejercía sobre él la aventura, los viajes, el conocimiento de otras culturas, las costumbres de otros pueblos y la pasión por el riesgo, le habían hecho abandonar la vida de burgués para la que lo habían educado y reemprender el proyecto de su vida, uno nuevo.
Jimmy Ángel se había desprendido de todo convencionalismo arrojándose de lleno a una vida de riesgos y pasiones. En un intento por ganarse el sustento como aventurero se había dedicado durante muchos años a buscar oro, ese metal precioso tan cotizado en los mercados europeo y norteamericano.
Pero ahora se debatía entre la vida y la muerte mientras era lanzado por la inercia de lado a lado sobre el fuselaje del avión golpeándose por todas partes de su cuerpo. También sintió cómo su compañero gritaba de dolor, mientras el aparato continuaba su carrera alocada contra el precipicio. Sabía que si el avión no frenaba a tiempo morirían irremediablemente, pues la caída era brutal.
Dicen que en situaciones así toda tu vida pasa como fotogramas por delante de tus ojos, que el recuerdo de los seres queridos se antepone a cualquier evocación, pero Ángel sólo podía pensar en la maravilla que acababa de contemplar minutos antes de que decidiera aterrizar en lo alto de aquella catarata espectacular, de características nunca vistas por él y en el hecho de que nunca más podría llenarse de ella. Un espectáculo que lo había embriagado de tal forma, llevándole a tomar esa decisión loca y suicida de posarse en su seno a pesar de las súplicas de su acompañante. Pero Jimmy era de carácter obstinado, porfiado y cuando tomaba una decisión no había nada que lo hiciera cambiar de opinión.
De pronto el silencio se apoderó de todo, sólo el murmullo del torrente de agua se podía distinguir entre la respiración entrecortada de los hombres. Un hilo de sangre corría por la frente de Jimmy, mientras que Félix Cardona intentaba sacarse la mercancía que le había caído encima. Pero milagrosamente, aunque magullados, seguían vivos.


Llevaba 3 días con mis ropas empapadas, pero cualquier sacrificio era un mal menor por estar frente a aquel coloso. El agua pulverizada apenas me dejaba abrir los ojos, que entornados, se deleitaban viendo como se formaba la espuma por el choque feroz de la cascada. No en vano una caída de agua de 1.000 metros de altura sólo podía causar un espectáculo único e irrepetible.
Mi cuerpo vibraba ante aquel rugido ensordecedor y como si de un terremoto se tratara movía el suelo que pisaba haciéndome perder el equilibrio. Ya no sentía ni frío ni cansancio y mientras finas gotas de agua recorrían mi rostro me parecía sentir el rugido de la avioneta de Jimmy girando alrededor de la cascada, a lo lejos. Siempre he dicho que mi imaginación me engaña con facilidad.
La primera vez que oí ese nombre, “El Salto del Ángel”, creí que los lugareños en su efusividad devota habían dotado a dicho lugar de un nombre religioso. Pero cuando supe el verdadero motivo de dicho topónimo y cómo se sucedieron los acontecimientos un escalofrío recorrió mi espina dorsal.
James Crawford Ángel Marshall, más conocido como Jimmy Ángel, explorador, aventurero, buscador de oro y aviador estadounidense había realizado un aterrizaje en lo alto de la cascada en 1937, en el pico pantanoso del Auyantepuy, punto de partida del salto que fue bautizado con su nombre por darla a conocer al mundo, claro está al mundo occidental, produciéndose una nueva injusticia para los indígenas de Latinoamérica. Como recuerdo viviente de dicha hazaña no fue hasta 1970 cuando, en una sofisticada y arriesgada maniobra, pudo sacarse la avioneta que pilotaba Jimmy en 1937 de lo alto del pico.
No obstante el salto Ángel también es conocido como Churún-Merú o Kerepakupai-merú que en idioma pemón significa «caída de agua hasta el sitio más profundo», puesto que ese nombre corresponde a uno dado por los indígenas de la región conocedores desde tiempos ancestrales del salto mas largo del mundo.

Hacía 3 días que había llegado a Canaima desde ciudad Bolívar y, después de llevar un mes en Venezuela, llegaba a la zona en un rudimentario avión manejado por un piloto ruso al que había visto antes del despegue echarse 2 vodkas entre pecho y espalda. No obstante y a pesar de tomar tierra en una rudimentaria pista de aterrizaje, el avión se deslizó suavemente sobre la misma, haciéndome creer que dicha bebida tiene poderes relajantes.
El Parque Nacional de Canaima se encuentra en el centro de unas formaciones rocosas milenarias que se cuentan entre las más antiguas de Venezuela, los Tepuys. Está situado en la confluencia de los ríos Carrao y Caroní y está rodeado de espectaculares saltos de agua como El Sapo, El Sapito, El Yuri y el Hacha. En medio de la selva podemos regocijarnos de su tranquilidad, rodeados de orquídeas de todas las especies y colores, disfrutar con el canto de los pájaros, para pasar a escuchar el rugido del jaguar durante la noche.
La coloración oscura del río Caroní se debe a la gran carga de ácido fúlvico producto de la descomposición en forma de humus de la materia orgánica proveniente de ramas caídas, raíces, hojas y animales muertos, además de la presencia de ácido tanico o tanino de la condensación de minerales, cosa que hace que en sus aguas no pueda subsistir el caimán, como así ocurre en el Orinoco y que tantos incidentes ha originado. Nunca dejé de regocijarme en sus colores, olores y sensaciones mientras lo remontaba para encontrarme frente al Salto del Ángel que nunca debió de ser de Jimmy.


Félix Cardona no entendía lo que aquel grupo de hombres semidesnudos le decían, arö, arö (llevar, llevar), itöpütü meru, itöpütü meru, meru (ir salto de agua, ir salto de agua)… Pero las señas que el más anciano le hacía señalaban lo alto del Auyantepuy.
Llevaba varios días caminando y había dejado a Jimmy en lo alto de la cascada con la promesa de volver a por él en el menor tiempo posible. En un primer momento había intentado ir con Félix, pero al intentar caminar, Jimmy se había dado cuenta de que tenía un tobillo lesionado y que por sus propios medios no podría bajar de aquel lugar.
Paralelamente a aquellos sucesos, un grupo de Pemones habían salido tras las huellas de un jaguar. El felino se había acercado al poblado y había herido a un joven, dejándolo mal herido, por lo que varios de guerreros se había aventurado en la espesura de la selva para dar caza al animal.
Llevaban dos días de expedición cuando sintieron el rugido de aquel “bicho volador” el cual veían por primera vez en sus vidas y pensaron que los dioses les habían mandado una maldición por su osadía de enfrentarse al “kaikuse” (jaguar). Se quedaron mirando extasiados aquel aparato que surcaba los cielos cuando de pronto éste desapareció en lo alto del Kerepakupai-merú, (allá donde cae el agua al lugar más profundo).
No tardaron en divisar a Félix desorientado y magullado, entre la espesura de la selva. Aquel individuo maloliente y peludo les hablaba en un idioma extraño, pero también señalaba a lo alto de la cascada y comprendieron que debían ir a su cima.
Öik adeseik?, Öik adeseik? (¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas?), aquel pemón de brazos cortos y mirada penetrante no dejaba de pronunciar aquellas palabras mientras apuntando el dedo hacia sí mismo le decía “Rume Kusari, Rume Kusari” (Hijo de Venado, Hijo de Venado).

Muchos, muchos años más tarde un anciano mira fijamente las llamas de la chimenea de su casa, mientras rememora aquellos tiempos en los que Rume Kusari (Hijo de Venado), Püröu kamarakoto (Flecha grande), Ököi (Serpiente) y otros más que su memoria no llega a recordar, le ayudaron a salir de lo alto de aquella cascada, para inmortalizar, sin saberlo con su nombre de aventurero, uno de los saltos más largos del mundo, El Salto del Ángel, aunque Jimmy siempre supo que ese honor nunca fue suyo.

No hay comentarios: