martes, 10 de junio de 2008

Las Puñaladas en la Trinchera (II). Carta Sangrante para un amigo psicólogo


Estimado amigo, me dirijo a ti, en primer lugar para saludarte y para relatarte por qué hoy sigue sangrando mi herida, así como para decirte cuales son los motivos por los que no participo en las sesiones que se organizan de psicología.
Quiero decirte que estas líneas no son un intento de justificar mi actitud, así como mi negativa a asistir a esas sesiones, sino de aportarte algunos datos (desde mi punto de vista, claro está) y documentación que pueden ayudarte en tu tarea para comprender el motivo por el que se han dispuesto estas terapias de grupo un día a la semana en Bomberos.
Por otro lado quiero dejar patente y claro que creo acérrimamente en la psicología como apoyo y ayuda a los colectivos de trabajo y más en aquellos que se dedican a la emergencia y que sufren unas condiciones de estrés determinadas. Pero me resisto a entender dicha ciencia como un instrumento político que parchee las causas reales que generan en esos equipos de trabajo las verdaderas causas de la desmotivación, discriminación, injusticias y heridas sangrantes y que son los auténticos motivantes de los traumas de esos mismos colectivos.
Durante años denuncié en escritos las distintas situaciones de injusticias laborales que se venían sucediendo. He puesto en juego mi futuro profesional por defender esos principios y he vivido situaciones de discriminación en mi propia persona. No solamente he denunciado las irregularidades de una administración sorda, muda y ciega, sino también todas aquellas situaciones anómalas que se producían en nuestro Parque de Bomberos, sin distinción de rango o categoría. Créeme que ello me ha causado bastantes problemas como te relataré a continuación.
En nuestro puesto de trabajo hemos tenido que ver durante años: nombramientos arbitrarios; carencia de promoción interna, de organización y de un organigrama adecuado; manipulación en las contadas oposiciones de ascenso; discriminación y represalias contra aquellos que se han atrevido a “abrir la boca”; designaciones selectivas para ocupar puestos de tutores, instructores, monitores…; desidia laboral por parte de determinados agentes de bomberos; recriminaciones; amenazas; normas vengativas y un largo etcétera.
No obstante cuando una persona defiende con todo su corazón aquello en lo que cree, de quien menos espera sufrir una traición es de aquellos a los que creía amparar, de los de su clase, de los de su casta. Equivocadamente o no, he intentado defender la responsabilidad y la profesionalidad de nuestro colectivo, he creído proteger al ciudadano que es el merecedor de nuestra ayuda profesional, he luchado por aquellos principios que creo son correctos y justos en mi trabajo, he dado la cara y he defendido a mis “compañeros” en numerosas situaciones…
Que equivocado que estaba querido amigo.



Todo partió de un escrito… Un escrito que durante largo tiempo me ha causado gran angustia, al punto de pedir ayuda psicológica por no entender las razones del mismo y por el daño que me ha causado. Un escrito infundado, sin aportar pruebas; un escrito donde se me injuria, calumnia e insulta. Un escrito donde se miente; un escrito malintencionado sin valorar las consecuencias del mismo; un escrito donde se afirman hechos que paradójicamente son desmentidos por datos estadísticos que demuestran lo contrario y de los que dispone la administración; un escrito que podría haberme perjudicado laboralmente y mi futuro profesional, si es que no lo ha hecho… Ante ese escrito no tardé en sufrir las consecuencias, sin que ni siquiera se me dirigiera unas palabras, una justificación.

Puedo entender que determinados individuos fueran los potenciadores y cabecillas de dicho alegato, ya que posiblemente tengan resentimientos contra mi persona por haber mantenido una pasada amistad; otros por envidias, celos profesionales, etc. Pero no puedo entender que hubieran firmado ese escrito individuos que llevaban, en el momento de esta situación, 6 meses en el Parque de Bomberos por ser de la última promoción (observa la primera frase del escrito: “…. Llevamos años sufriendo…”). O los que creía “compañeros” de los de verdad, por los que sentía un cariño especial (que pensaba era mutuo) y por los que había dado la cara en infinidad de ocasiones ante la jefatura. Individuos que protegí ante determinadas situaciones: manifestaciones de problemas personales, problemas físicos, depresiones, retrasos en la entrada al puesto de trabajo, individuos a los que no enviaba a los servicios ya que decían tener fobia ante determinadas situaciones que se producen en nuestro trabajo, etc., etc.
Casualmente leí una serie de estudios sobre acoso laboral publicados por el colegio de psicólogos de Cataluña, otro por Isabel Martos de Riesgos Psicosociales del Comité de Salud Laboral del "Dep. d´Economía i Finances de la Generalitat de Catalunya" y miembro del Observatori Català del Mobbing, así como los estudios y publicaciones de HIrigoyen sobre el “Acoso Moral”, de Marina Parés sobre el “Gang del Acoso – Mobbing”, de Piñuel, etc., etc., y he de decirte que me pareció ver las respuestas a esta situación que estaba viviendo, bueno, que aún estoy viviendo.
Pero nuevamente, de forma anónima, traicionera y vil se me volvió a insultar, posiblemente ataques de algunos que se sintieron aludidos y que no pudieron reprimir su odio y su resentimiento.
En fin, querido amigo, para no aburrirte más, quiero manifestarte que ante esta situación que me ha tocado vivir, solo cabe un camino, el de la veracidad, el saneamiento y la honestidad. Sin eso sólo quedan heridas abiertas, heridas sin cicatrizar, heridas sangrantes… Ir a las sesiones de psicología para mí sería como vestirme sin que las yagas de mi piel se hayan curado, sin que la verdad haya aflorado. Y si como resultado de ello se demuestra que yo me equivoqué, si la culpa reside en mí, la asumo como persona consecuente que me enseñaron a ser, pero si no es así también debemos saber la verdad, porque dejar las cosas como están es sembrar en nuestro colectivo una duda susceptible de ser manipulada en cualquier momento, es no aclarar nunca mi inocencia y estar condenado de por vida a ser culpable de un delito que no he cometido.
Para finalizar sólo te diré una cosa, yo nunca le hubiera hecho algo así a un compañero, nunca les hubiera clavado un puñal por la espalda, en la trinchera, a ninguno de ellos. Mis convicciones me hacen ir de frente, afrontar los problemas cara a cara, mirando a los ojos de las personas. Con mis virtudes y mis defectos, con mis errores, equivocaciones y aciertos. Mis principios y mi moral siempre me han llevado a ser consecuente con lo que soy, con lo que pienso y con lo que siento. Pero también soy consciente que muchos prefieran el camino de la hipocresía, de la mentira y de la traición. Como amigo y como psicólogo, o más bien como persona, puedes hacerte una idea de cómo me siento, pues ésta es una herida que sigue sin cerrarse y mi sangre sigue derramándose en el fondo de la trinchera.



No hay comentarios: