martes, 15 de julio de 2008

Namibia y el desierto del Namib. Los !Kung San que dejaron de ser Bosquímanos (II)


Esa noche, frente al fuego de una hoguera, ¡Xu ekola narraba a su hijo las historias ancestrales que pertenecían a la memoria colectiva de los ¡Kung san y que se transmitían de generación en generación. Era frecuente que estos relatos, que contenían las leyendas e historias de estos cazadores recolectores, se contaran durante los descansos de las expediciones de caza.
Los chasquidos y cliqueos que emitía al hablar resonaban en la oscuridad de la noche. Eran sonidos característicos de su idioma, uno de tantos cuyo origen estaba en las lenguas “josainas” y que podían pronunciar hasta 80 chasquidos y golpes fricativos y de glotis diferentes con que comenzaban la mayoría de las palabras pronunciadas por los ¡Kung san, haciendo casi imposible la trascripción y habla de su lenguaje para el foráneo.


Esta tribu, al igual que los “khoisan” o los “basarawa” eran uno de los pueblos africanos dedicados tradicionalmente a la caza y a la recolección, ocupando un amplio territorio africano, pero hacía muchos años que habían sido invadidos por las tribus “bantúes”, pueblo sedentario de ganaderos, viéndose obligados a desplazarse cada vez más al sur.
/Hua-owani escuchaba a su padre contar todas estas historias y cómo en la búsqueda del sustento los ¡Kung san movían sus asentamientos temporales siguiendo las huellas del antílope, teniendo por techo el cielo y las estrellas. Eran un pueblo libre de hombres y mujeres igualitarios donde la reciprocidad y el aprovisionamiento de alimentos marcaban las leyes de la tribu.
Antes del amanecer padre e hijo se pusieron en marcha, siguiendo la ruta de los antílopes. Dentro de su sabiduría y conocimiento del medio sabían perfectamente cómo y dónde conseguir raíces que contenían gran cantidad de agua para poder hidratarse en aquel desierto cruel, austero e inflexible que no mostraba ningún atisbo de piedad con aquellos que no supieran sus secretos. A medio día debían llegar cerca de la costa si querían conseguir con éxito alguna presa que llevar a sus gentes.




“/Hua-owani ante la atenta mirada de su padre tensa su pequeño arco, contiene la respiración sabiendo instintivamente que no errará el disparo. El silbido inequívoco de la flecha marca el comienzo y el final. El antílope se desploma fulminado, sin saber que el sacrificio de su vida dará vida, honrará con su muerte a esa especie bípeda para que pueda seguir subsistiendo. Su expiración será venerada y bendecida, nada será banal ni tendrá desperdicio. Nuevamente el equilibrio se regula en esa inercia natural que ordena las cosas. Así ha sido por siglos, así será por siglos, pero ¿quién preparará a los ¡Kung san para lo que está por venir? ¿Así será por siglos?”



¡Xu ekola llama a su hijo sin poder asimilar y creerse lo que ve. Unos hombres como ellos, pero a la vez distintos, saltan de unos cascarones que flotan en la costa. Sus caras y brazos son muy claros, sus pelos lacios y rubios son como el pelaje del León. Los envuelven unas pieles de colores y de sus cabezas sobresalen tres picos que no dejan pasar los rayos del sol. Pueden oír sus palabras a lo lejos, pero no entienden nada.
Una fuerza más grande que el impulso de la curiosidad hace que observen escondidos y agazapados detrás de un montículo de arena. Y es que ¡Xu ekola y /Hua-owani harán bien en no mostrarse, aunque ya no podrán cambiar el sello de su destino como pueblo, ya no podrán parar el comienzo de su final, de lo que está por venir, de la expulsión de sus tierras ancestrales, de la discriminación, de los asesinatos y de la opresión.
Sin saberlo padre e hijo observan a los verdugos de su pueblo; esas nuevas gentes extrañas, estrafalarias y burdas en sus gestos cambiaran sus nombres y topónimos tribales. Serán los que les llamen de forma genérica, despectiva y peyorativa “Bosquimanos”, que por esas malas pasadas que tiene la vida y la injusticia es como se conocerán en el mundo entero.
Hoy los descendientes de ¡Xu ekola y /Hua-owani, en un grito desesperado evocado en el desierto del Namib, reclaman ser los ¡Kung San, hoy dejaran de ser los Bosquimanos para volver al equilibrio del ser humano y los antílopes.


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