miércoles, 6 de agosto de 2008

2ª Parte. Las oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura. Morir por 18 Peniques.


Michelle lloraba mientras firmaba la orden de exhumación de los restos de los obreros asesinados el 21 de Diciembre de 1907 en Santa María de Iquique para que fueran depositados en un monumento especialmente dedicado a ellos.
El recuerdo de su padre seguía vivo en su memoria y mientras observaba cómo la tinta seguía los trazos de su mano, recordaba la noche en que junto a su madre lo vio partir para no volver a verlo más, sin saber a las torturas a las que serían sometidas ella y su madre. Ahora se sentiría orgulloso de ella, como Bachelet que era.


Mujer inteligente, valiente, emprendedora, hija de un hombre íntegro, de un militar de los de verdad, de los de antes, de los que debían demostrar hasta la muerte el por qué era digno de las medallas que colgaban en su pecho. Hija de una mujer especialmente fuerte y luchadora, digna de la estirpe de los Jeria
Ahora ella gobernaba un gran pueblo, una nación con una deuda pendiente para con sus ajusticiados, con sus mártires, sus asesinados, ahora su canto era un canto libre para poder regalar y vivir en nuestra memoria.



“18 peniques… No volverás del fondo de las rocas… Decidme, aquí fui castigado…Señaladme la piedra en qué caísteis y la madera en que os crucificaron…” Eran los sentimientos, las frases que afloraban de sus labios. Recordaba a sus gentes, a su pueblo reclamándola, pidiéndole justicia, depositando todas sus esperanzas en sus manos y ahora ella les debía esa deuda, debía hacer honor a las huellas incrustadas en la fachada de aquel maravilloso palacio.
La mayoría de los historiadores coinciden en que la cifra más acertada de asesinados aquel día de Diciembre de 1907 fue de 2.200 personas, sin embargo otros insisten que los enterrados en las fosas comunes ascienden a 3.600 seres humanos acribillados.

La orden de disparar la dio sin pestañear el general Roberto Silva Renard, que comandaba las unidades militares bajo instrucciones del ministro del interior Rafael Sotomayor Gaete, ordenando reprimir las protestas, dando muerte a miles de trabajadores y reprimiendo de forma infrahumana a los supervivientes.
Michelle miraba con ternura a Sebastián, a Francisca y a Sofía y supo al instante que todo sacrificio no fue en vano, ellos eran la representación viva de aquel maravilloso país, de la esperanza y del futuro.
Cerró la carpeta y se la dio a su Primer Ministro para que cumpliera su orden sin demorarse un instante. Aún recuerda la sonrisa de sus hijos mientras se dirigía a ellos para abrazarlos.

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