lunes, 9 de junio de 2008

Las Puñaladas en la Trinchera (III)



Escribo estas líneas en mi diario entre el silbido de las balas y el clamor de la batalla. Espero que algún día alguien te lea, compañero de penas.
Un estruendo ensordecedor gorgotea de la garganta de los que caen. Entre estertores y lamentos oigo la voz de los traidores planeando aniquilarnos. El enemigo se regocija por el éxito conseguido y, junto a aquellos que ayer compartieron nuestro rancho, rematan a los que aún viven.
¿Cuál será el legado que trasmitirás a tus hijos, a tus nietos? ¿Podrás mirarlos a los ojos sin agachar la cabeza?


He despertado lleno de pústulas, barro y sangre, pero aún vivo, aún respiro. Todo está en silencio y me incorporo. Un paisaje desolador se extiende ante mis ojos, pero todo está en silencio. Me desgarra el alma, pero ya no sangran mis heridas.
Camino arrastrando mis pies por el peso de las botas, despojándome de las ropas de combate, de mis armas de batalla y sólo pienso en los que nunca debí olvidar.
Un cosquilleo recorre mi cabeza. Tu mano, inquieta, juega con las cicatrices de mi cuerpo, también de mi alma. Ya no duelen, porque me enseñaste a navegar con el “capitán de navío”, a cantar con “pájaro Pablo”, a amar las cosas loca, locamente, a contemplar la pureza de un tomate en el verano de diciembre, a disfrutar con el chisporroteo de la sartén, ya sabes, “te amo y no te amo, puesto que de dos modos es la vida…”
Me llevaste a oler la madera quemada del Sur, a contemplar los recipientes pidiendo leche desde la orilla del camino. Me involucraste en las leyendas de tu pueblo, a dejarnos llevar por el viento apasionado del norte, aprendí a lanzar el anzuelo con el mejor maestro que haya existido…
Una niña de rizos dorados juega en un parque distraídamente. Entre la arena encuentra un viejo diario el cual abre. A escondidas de sus padres lo lleva a su casa para leerlo y por la noche, entre las sábanas, lee el diario y una lágrima recorre su dulce rostro sin saber que su padre en una esquina de la habitación, mientras la mira, agacha la cabeza…


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