viernes, 5 de febrero de 2010

Y la Historia se Repite



“Marines, asesinos de palomas, bravos nihilistas de mirada de cieno.
Heroicos bombardeadores de chiquillos.
Demócratas de guadaña y de coz.
Libertadores de arterias, descerrajadores de pechos.
Cultivadores de estiércol, conquistadores de cunas y de trenzas.
Cerdos y perros.
Vuestros niños, perfectos, son los hijos de los linchadores de Bagdad.
Cuando les abandone la perfección, cuando la gracia los deje en la orilla ¿De qué están hechos por dentro? ¿Qué otras ciudades, qué otras palabras, qué otros niños destruirán?
Niños de Irak, es decir, niños del mundo, llorad, gemid, gritad, pero que no os corrompan.
No os olvidamos, pedernales, estrellas, niños de Irak.
Entre las ruinas, con pezuñas de tela, bajo el rescoldo del mal, el hombre pende como un harapo de vuestra sonrisa imparcial, de vuestra plaga de dientes.
Arde Bagdad, pero no cedas.”

miércoles, 3 de febrero de 2010

"Good Morning Vietnam". I




¿Qué pudo llevar a un hombre a querer sentir el calor de un Dios o una Diosa? ¿Por qué extraña razón aceptaba como un niño el regazo de una divinidad que le diera un sentido a su vida?
Aferrarse a lo divino y lo sagrado, buscar un resquicio de esperanza. A Tom sólo le quedaba ese consuelo…


Así fue como lo encontraron los monjes de Cao Dai, tirado en el suelo a la entrada del Templo durante una noche bochornosa; llorando amargamente, suplicando a Dios o a una Diosa, daba lo mismo. Y como algo que quedara impreso en la historia de la Pagoda del Pilar Único lo recogieron, como gorrioncillo mal herido y lo llevaron al altar.
Nunca antes occidental había pisado suelo sagrado; nunca antes novicio, monje, iniciado o hermano que no fuera vietnamita se había postrado ante el “Ojo". Pero aquella noche “El Americano” entraba en el Templo dejando un reguero de sangre negra a su paso y no hubo creyente que pudiera evitar que Tom se postrara ante la deidad del Pilar Único.

Cuenta un acólito joven con sonrisa maliciosa que Tom está entre los presentes y todo aquel que visita la Pagoda intenta vislumbrarlo, tocarlo, venerarlo, porque dicen que es el hermano más devoto y consagrado a la oración y las lenguas del lugar le otorgan dones curativos y todo aquel que es tocado por él, por “El Americano”, sana enseguida de sus heridas.

Yo no fui menos que otros y entre monjes y visitantes intenté ver unos ojos occidentales ataviado con ropajes coloridos, pero nadie hasta el momento ha logrado verlo en plenitud y todos deben conformarse con la leyenda del Templo de Cao Dai, donde el misticismo electrifica el tiempo y el espacio.
Pero la historia de Tom es más simple y humana que la leyenda de su penitencia, es quizá la vida de muchos y la existencia de todos; son nuestros errores indulgentes, nuestra juventud desmedida, es el arrepentimiento y la calma, es el desasosiego y el descanso.

Tom Ritscher, nacido y criado en los campos de Texas, conducido y dirigido en sus pensamientos por una tierra árida e ingrata, resabiada con el mundo, egocentrizada en sus creencias, subió al monte para caer al vacío y hoy es un ser humano y comparte su esperanza con aquellos que no volvieron a la Edad de Piedra.

“Un monje gira su cabeza y me mira, creo distinguir un pelo rubio y unos ojos azules, pero la frugalidad ha sido excesiva. Aun recuerdo su sonrisa, que fue lo que más impregnó mi mente, una sonrisa de paz y tranquilidad…”
Como el mismo Caodaismo, en el que se combinan el Budismo, el Confucianismo, el Taoísmo, el Islam, el Cristianismo y el Espiritualismo Autóctono Vietnamita, ascendiendo a una “Alta Torre”, Ton encontró el descanso y la comprensión en su palacio personal. Subió su torre, hermandad de religiones, respeto y tolerancia, imperando sobre la incomprensión y la desesperanza.

Caminar por los pasillos del Templo de Cao Dai, mirar cara a cara y directamente a los ojos de un monje anciano que reposa placenteramente antes de las celebraciones matinales; esculpirme en la arquitectura y en sus relieves, embeberme de la oración y de la música que suena de fondo en un vaivén embriagador, contemplar manos entrelazadas, diagnosticarse con miradas profundas conectadas con el “yo”, excitarse de pasión, de emoción. Anduve en Cao Dai y hoy conozco algo más del alma humana…